El estoicismo es una filosofía helenística que ha perdurado a lo largo de los siglos por su practicidad. Hasta nuestros días han llegado más tratados sobre los estoicos que del resto de las escuelas helenísticas, y fruto de ello, en los escritos del estoicismo podemos encontrar valiosas y numerosas enseñanzas sobre cómo vivir una buena vida. Una vida que merezca la pena ser vivida.
Hoy nos detendremos en las enseñanzas concretas de Séneca sobre cómo mantener nuestros propósitos y desarrollar una actitud buena.
Séneca le escribió a Lucilio en su Carta XVI lo siguiente:
«Hay más trabajo en mantener tus propósitos que en proponerte buenas acciones»
En la vida es fácil tener buenas intenciones y proponernos llevar a cabo acciones con un impacto positivo. Todos hemos sentido ese arrebato inicial de entusiasmo y motivación cuando nos planteamos nuevas metas y objetivos, e incluso nos visualizamos habiéndolos conseguido. Pero, tras ese chispazo inicial, las intenciones y las motivaciones se van diluyendo poco a poco con el paso de los días.
La verdadera dificultad se encuentra en mantener esos propósitos a lo largo del tiempo. Requiere una dedicación continua y un esfuerzo constante, y ahí es donde entra en juego la clave de todo: la persistencia.
Persistir cuando las circunstancias son difíciles. Ser constantes cuando nadie más a nuestro alrededor parece serlo. Porque en esos momentos de adversidad es cuando se pone a prueba nuestra verdadera fortaleza y carácter. Es con la adversidad cuando se pone en juego nuestra virtud.
O, como mejor dijo Séneca:
«Se marchita sin oponente la virtud».
Tanto Aristóteles como los estoicos nos recuerdan que la virtud no es un acto aislado, sino una disposición constante. Un hábito electivo.
Una buena práctica para entrenar la persistencia y la elección consciente y constante de la virtud es lo que he llamado «contemplación de los obstáculos». La contemplación de los obstáculos consiste en anticipar las dificultades que pueden surgir en nuestro camino hacia la consecución de los objetivos que nos hemos propuesto. Algunos ejemplos de ello son:
- Anticipar que el paso del tiempo nos desmotivará. Ya nos ha ocurrido otras veces y esta vez no será diferente. Saberlo de antemano y preparar nuestra respuesta nos ayudará a tenerlo más presente cuando nos ocurra.
- Anticipar que nuestro entorno y las costumbres sociales nos tentarán a abandonar. Especialmente si lo que queremos conseguir es bajar de peso o dejar de fumar o beber.
- Anticipar que nos atraerán nuevas fuentes de información con nuevas motivaciones. Internet es una fuente infinita de información motivadora. Hagámonos a la idea de ello antes de navegar por la red.
Este ejercicio mental nos permite estar preparados para cuando se presenten los obstáculos y tengamos que sortearlos para seguir adelante con nuestros propósitos. Es similar a la idea del «Premeditatio Malorum» pero no es exactamente lo mismo. En el Premeditatio Malorum valoramos los posibles resultados negativos que pueden ocurrir, y cómo tratar de evitarlos o cómo responder cuando ocurran. En la «contemplación de los obstáculos» nos preparamos para cómo vamos a sortear los obstáculos.
El primero se centra en los resultados; el segundo, en el camino.
Otra buena práctica consiste en recordarnos a menudo por qué nos embarcamos en ese camino. Podemos aprender aforismos de memoria, ponerlos en un lugar visible para que nos lo recuerden. O establecer un ritual en el que nos visualicemos a diario actuando como el tipo de persona que queremos ser.
Si somos constantes, a medida que perseveremos nos iremos cuenta de que el trabajo invertido vale la pena. Descubriremos, como decía Musonio Rufo, que el esfuerzo y la disciplina nos otorgan un crecimiento interior inmenso. Nos convertiremos en personas más fuertes y resistentes, capaces de lograr objetivos que nos parecían inalcanzables.
Y aconseja Séneca a Lucilio lo siguiente:
«Hay que ser constante, y acrecentar esa robustez con la continua aplicación, hasta que se convierta en una actitud buena lo que empieza siendo una buena intención»,
Y es que una buena intención es solamente el punto de partida. Aunque es un buen comienzo, no basta con tener pensamientos motivadores o desear hacer buenas acciones. Es necesario traducir esas intenciones abstractas en acciones concretas.
Desde la perspectiva estoica de Séneca, la constancia y la continua aplicación de nuestras buenas intenciones son fundamentales para desarrollar una actitud buena. Todo es más fácil de decir que de hacer.
- Es más fácil decir que queremos ser buena persona que trabajar a diario para serlo.
- Es más fácil decir que queremos correr una maratón que entrenar durante meses para terminarla.
- Es más fácil decir que queremos escribir un libro que lidiar con la frustración constante de la escritura.
Es a través de la práctica constante como nuestras buenas intenciones se convierten en hábitos y, por ende, en resultados. Es a través de la práctica constante como cultivamos virtudes como la sabiduría, la templanza, la justicia, y el coraje.
No nos conformemos con proponernos buenas intenciones. Trabajemos incansablemente en mantener tus propósitos.
Y recordemos la principal enseñanza de los estoicos:
«Cada adversidad es una oportunidad para entrenar una virtud».
La fuente original de este post es la siguiente:
https://elestoico.com/